lunes, 8 de agosto de 2011


Y sigo a cachos. Corro, quedan 4 minutos y medio exactamente para que pase el tren. El tiempo corre en mi contra, una vez lo conseguí así que hoy no iba a ser distinto. Mi cabeza arde. Me miro en el reflejo del escaparte, llevo puesta esa, esa que tu y yo sabemos, de un azul oscuro algo desgastado como tus pensamientos. No tengo muy buena cara y me quedan apenas 4 minutos. Abro el paraguas y sigo corriendo calle abajo, hace viento y lo inclino para no tener la sensación de salir volando. A cada paso me siento aturdida, me cuesta respirar… siempre acabas haciendo lo mismo, maldita sea!
La lluvia aprieta y corro dejándome llevar por mis piernas, doy un paso atrás y chocamos.
–P… p… pfff. Pero que haces aquí?  -Coje aire. Me ordenas. Pero sabes que es muy difícil cuando tengo que salir huyendo del mundo real y adentrarme sin previo aviso en el nuestro. He roto las normas y ya estás satisfecho. Pero hay un gran paso entre querer y querer a ratos. Y aunque tu no lo sabias, yo si, siempre lo supe, aunque era mucho mas fácil contentarme sintiendo tus te quiero mojados por la lluvia. Tirarme a tus brazos y decir infinidad de veces que lo siento, cuando lo único que sentía es que fueras cruel conmigo. Cojerte de la mano y bañarnos a 7 pisos de altura, sentir como el frío atraviesa la piel, tiritar y sonreír a la vez. Los dos estábamos cerca, muy cerca, tan cerca… A veces pienso que, eres como estar desnudo en invierno bajo la lluvia, dolor y euforia al mismo tiempo. Lo sientes todo el doble y aunque notes como te congelas poco a poco te gusta, porque te hace sentir vivo. Pero si dejas que el invierno te invada por completo te romperás en pedazos pequeños y se hará imposible volver a unirlos.  

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