sábado, 26 de diciembre de 2015




Me dijo:


"Al final del día,
con quien yo me acuesto
es con mis fantasmas. Ocupan más de la mitad de la cama,
me roban la manta,
roncan,
y tienen los pies fríos."





Lo dijo, triste y azul

Y yo, que se más del vértigo que los pájaros,
más de los muertos que las propias flores

Quise poner a todos ellos ( sus fantasmas) 
calcetines impares de colores.

Calentar con las manos su miedo institucional
Abrigarlos,
desde el silencio sus doce 
hasta la cicatriz del brazo derecho. 
Pasando por sus noches de insomnio,
hasta llegar a las durezas 
de las yemas de los dedos.

Para que no le desvelara
la herencia de la culpa,
las vidas que no fueron ni serán,
el lastre de la memoria tardía,
el estruendo del tiempo
defectuoso, 
que ensancha el hambre
y encoje los sueños,






Con el resto de molestias 
no pude hacer nada, 
pues soy yo quien ahora 
ocupa más de la mitad de la cama, 
le roba la manta,
y tiene los pies fríos.


lunes, 4 de mayo de 2015

La historia de alguien que se fue al otro lado







Cuando yo llegué ya no estaba. Él, ya se había ido.





La habitación gris donde te escondías.
La habitación gris donde me quedé aquél día.
Donde nace el epicentro de tu muerte,
donde los fantasmas se asoman para verte caer.
Es tu cama un agujero negro.



Lo que hay al otro lado ni se ni me inspira,
ojalá sean tus ganas extinguidas,
las mañanas heridas,
tu sexto sentido, 
la maleta perdida,




Ojalá que sí,
que encuentres la maleta. 

Que la abras y esté vacía,
para qu
e puedas llenarla,
por fin, de primavera, 

de verano, de otoño, invierno.


Y otra vez primavera.


La pena,
 es que aún sigas cayendo en tu rincón. 
La pena,
 es que hayas hecho nido en la caída.



Se difuminan todos tus colores,

mientras permanezco a la espera 

de que quizás un día,

vuelvas del otro lado.







Nada más lejos de ti.



























Nada más lejos de mí.




                                          https://www.youtube.com/watch?v=-131ywkfNKg














jueves, 12 de febrero de 2015

domingo, 14 de diciembre de 2014

domingo, 26 de octubre de 2014

Errores de cálculo



Supongo que se quedó allí toda la noche,
con el motor encendido y los brazos cruzados,
reclinado en el asiento mirando el techo con ojos de aquellos días,
incómodo por tantos inviernos metidos a presión entre los asientos del coche,
ensuciados de quien sabe qué manos ajenas.

Faltó espacio.

Quiero pensar que se arrepintió de no coger mi última carta,
que intentó recordar la respuesta y no pudo,
o no supo porque ya era tarde,
o porque no era un niño, que es lo mismo.
Que el tiempo había vuelto a jugar en contra
y se nos reía de manera afónica des del retrovisor.
Que se había comprometido con la cómoda felicidad de los buenos días y los besos en la frente
porque no mata, no arde, no corazón en puño, no nada.


Sobrevivir otro verano no sirvió de nada.
Ni siquiera nos molestamos en fingir que volveríamos a vernos.
Ni siquiera fue un mérito sentirnos a salvo.

















miércoles, 15 de enero de 2014

el libro sin nombre



“Donde yo vivo…”
Decía mi abuela sentada en su sofá.
“Allí abajo, donde yo vivo...”
Me explicaba mientras ignoraba los marcos de fotos.
“¿Cuándo nos iremos a casa?”
Me preguntó.
No fui capaz de decirle
que no podía volver a su casa
p
orque nunca se había marchado de ella.


lunes, 19 de agosto de 2013

Nacida ya para el mareo






Ella que siempre estuvo obsesionada con mi muerte, midiéndola con los dedos, acariciándola los Domingos. En parte porque deseaba que llegara. En parte porque mi muerte era también la suya. Esperaba que un día cualquiera, paseando por la calle  alguien la parara para darle la noticia -Buenos días. ¿Qué tal la mañana? Por cierto, te has enterado de lo que ha pasado? Has muerto.-
Y de esa manera saber, que todo había sido culpa mía. Que en algún trozo de papel o tal vez en los cristales dejé escrito:
“Si sucede, avisadle a ella”.

Porque es ella y solo ella quien respira la ansiedad de los días no vividos, quien puede notar una grieta entre sus dedos y hacer del odio algo a lo que agarrarse. Lo aprendió así. Nacida para el mareo de esos ojos casi negros que arrastran ya su cuarta vida. Porque ella y los simulacros son la misma traición: Te hacen caminar despacio y confiado, hasta que se prenden fuego, se derrumban. Y por más que corras ya no hay forma de escapar.